Una de las relaciones que descubrí en mi trabajo de investigación entre el cine y la arquitectura fue la que hace referencia al origen de ambas. ¿Es posible que dos disciplinas aparentemente tan alejadas en el tiempo tengan un origen común?. Era evidente que la arquitectura del movimiento moderno y el nacimiento oficial del cine compartían fechas similares y una época que los estudiosos determinaron denominar como modernidad. Pero si nos remontamos al verdadero origen de ambas disciplinas, encontramos el auténtico punto en común de ambas: recuerdo la primera vez que escuché de voz de D. Joaquín Arnau, profesor de estética y composición, la historia del origen de la arquitectura que Vitruvio recogió en uno de sus 10 libros sobre la materia. Me encantó aquel cuento que situaba el origen de la arquitectura en el mito del fuego. ¿Qué tiene que ver el fuego con la arquitectura?… una pista lingüística: la palabra hogar, cuya segunda acepción del diccionario de la RAE es “casa, domicilio”, viene del latín focāris, derivado de focus, que lógicamente significa fuego. Y es que cuenta Vitruvio que en la prehistoria, cuando el hombre era todavía no se había asentado en sociedad, tras una tormenta un rayo provocó un pequeño incendio. Al principio, la reacción fue adversa, de miedo, de pánico ante ese agente desconocido. Cuando lo que quedó fue el rescoldo, aquel grupo de hombres y mujeres que todavía no formaban un grupo cohesionado, se reunieron en torno a ese fuego. Surgió entonces la comunicación entre ellos, la necesidad de asentarse y de cubrir el decoro mínimo, hecho que se realiza mediante la obtención o construcción de un techo y, por lo tanto a través de la arquitectura.
Por otra parte, lo que hoy en día conocemos como cine, (acortamiento de la palabra cinematógrafo), proviene del griego Kiné, que significa movimiento. Hasta que la tecnología permitió el desarrollo del aparato que permite reproducir imágenes en movimiento, pasaron muchos años y muchos intentos e inventos para ello: Leonardo da Vinci teorizó y dibujó la cámara oscura, principio en el que se basa la proyección cinematográfica; en el siglo XVI el italiano G B Della Porta creó un aparato con una lente al que llamó de esa manera, cámara oscura. (y da la casualidad de que cámara se refería a “habitación”, y por lo tanto había una referencia arquitectónica). Atanasio Kircher desarrolla en 1640 la linterna mágica…. Y por fin, en 1822 se desarrolla la fotografía. Pues bien, todos estos inventos que derivarán en el cinematógrafo (patentado por los hermanos Lumière), tienen en común el afán por reproducir el movimiento, cuyo ejemplo primitivo radica en lo que muchos teóricos consideran como el origen del cine: las sombras chinescas. ¿Y cuándo empezó el hombre a realizar estas sombras y gracias a qué agente pudo realizarlo? Pues efectivamente, en la época primitiva y gracias al fuego.
Por lo tanto, podemos concluir que arquitectura y cine comparten un origen común, un origen tan aparentemente ajeno a las dos disciplinas como es el fuego, del que participan desde los inicios de la historia.