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Un salto hacia el mar.
Un deseo por encima de todos: que la protagonista de la casa fuera la piscina, que tuviera dimensiones generosas y pareciera fundirse con el mar.
Ante eso surgió la imagen de la piscina como un gran trampolín que nos invita a llegar al mar, que, aunque a mucha distancia, se disfruta desde la casa con una amplitud de 180 grados.
Aquí es donde aparece el reto estructural de conseguir que la piscina salga del terreno y permanezca en vuelo casi 11 metros en su punto más largo, mientras que para conseguir la dimensión deseada se prolonga hacia el interior otros 11 metros llegando a parecer que se introduce dentro de la casa, disfrutándose junto al salón.
Para tratar de suavizar el efecto agresivo de la de la piscina en el aire, se produce una composición basada en la continuidad de la fachada: desde la pieza de acceso pasando por el núcleo de comunicación y uniendo los siguientes forjados se traza una línea blanca que parece finalizar en la punta de la piscina pero vuelve a la fachada a través de un muro triangular (que recuerda una vela y que es el elemento que más colabora en la sujeción de la piscina), que se alabea para así pasar de un plano inclinado hasta el vertical de fachada.